Cerramos la temporada de tartas de cumpleaños familiares con la mía, y a mí es que me encantan las fresas. Desde que estamos en temporada, en casa las comemos como locos: caen por lo menos una vez al día en el desayuno, merienda o postre de la cena, y a veces en forma de batido. “Pero mamá, ¿otras vez fresas?”, me dice el monstruito desesperado (pero que no os dé ninguna pena, que si en vez de fresas le pusiese mango a todas horas no diría ni mu).
Esta receta puede ser fácil de hacer… o facilísima. Podéis preparar parte de las fresas el día anterior para dejar que maceren o ponerlas frescas sin complicaros la vida. Podéis montar la nata vosotros mismos o comprarla ya montada. El único intríngulis es cortar el bizcocho a la mitad, pero con un cuchillo afilado y un poco de buen pulso no deberíais tener problemas graves. Y si se os rompe al hacerlo, o se parte, no pasa nada: se cubre la tarta bien de nata por encima y no se va a enterar nadie.