La gente que dice que no le gusta la fruta se merece una colleja. Bueno, no, porque la violencia es cosa fea, ¡pero no me digáis que no es para desesperarse! Hay tropecientos tipos de fruta, que además van cambiando a lo largo del año para que no nos aburramos, y millones de formas de prepararla. Yo entiendo que si sólo comes plátanos y bebes zumos de naranja de tetrabrick (por cierto, recordatorio: los zumos NO equivalen a una pieza de fruta) acabes hasta el moño, pero ¿y si la sirves en forma de batidos, compotas, polos, bocadillos, ensaladas…?
Y con los niños, lo mismo: si les das siempre una manzana cortada en gajos van a aborrecerla (y pongo este ejemplo porque el 90% de las veces que un menú escolar pone “fruta” de postre quiere decir “manzana en gajos”). Si la disfrazas o la promocionas con un poco de cariño les va a resultar mucho más apetecible. Los míos, por ejemplo, se volvieron locos con este helado casero, preparado con sólo dos ingredientes: piña y fresa.