Hace medio millón de años me apunté con dos amigas a una clase de hacer queso. Nos explicaron los conceptos básicos y además hicimos un queso fresco, y me pareció todo tan divertido que, si no fuese porque lo de conseguir cuajo me resultaba un poco complicado, me hubiese puesto a hacer quesos como loca nada más salir de la clase.
Y así estuve hasta el verano pasado… cuando descubrí que en realidad no necesitas cuajo para hacer queso fresco: puedes prepararlo con zumo de limón o yogur y leche fresca pasteurizada (de la que venden en la zona de refrigerados en los supermercados). Hay varias maneras de hacerlo, yo os voy a contar la que, para mi gusto, da mejor resultado: Un microondas (o un cazo) y un molde (los venden baratísimos en internet, pero se puede sustituir por un colador o un paño fino) son el sofisticadísimo equipamiento que vamos a utilizar.