Granola de plátano, chocolate y crema de cacahuete (vegana, sin gluten y sin lactosa)

 

Ya sé que no hace mucho que os traje la última receta de granola, pero los enanos insistieron. Les encantan los “cereales especiales”, como les llaman ellos, y además siempre les dejo ayudarme a prepararlos (aunque eso signifique que voy a acabar barriendo copos de avena pegajosos de todos los rincones de la cocina). Elegimos esta versión porque tiene tres de las cosas que más les gustan del mundo: crema de cacahuete, plátano deshidratado y chocolate.

Como con todas las granolas, lo único que hay que hacer es mezclar bien los ingredientes y tostarlos al horno. Os pongo la temperatura y los tiempos que funcionan con el mío, que con los cereales se vuelve bastante temperamental, pero os recomiendo estar pendientes de los vuestros mientras se hornean y sacarlos cuando veáis que ya tienen un bonito color dorado pero antes de que se quemen.

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Granola de plátano, chocolate y crema de cacahuete (sin gluten)

Sí, ya sé que la semana pasada os dejé colgados y sin receta. Mi vida está un poco patas arriba últimamente y además los niños están comiendo tantos dulces fuera de casa (helados, campamentos, cumpleaños…) que aquí lo que les toca es fruta, fruta y más fruta. Ellos encantados, que la fruta de verano les encanta (las cerezas, especialmente, les vuelven locos), pero mientras el blog se me queda un poco abandonado. ¡Intentaré cuidarlo más a partir de ahora!

Hoy os traigo una receta para darle vidilla a vuestros desayunos: granola de plátano, chocolate y crema de cacahuete. Lleva avena, quinoa y pipas al natural, que son cosas muy sanas, pero no nos engañemos, que la granola es la prima golosa del muesli… No vale para tomarla todos los días y sentirse uno estupendo, ¡pero es genial para darse un caprichito los fines de semana!

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Granola de copos de quinoa y almendras (sin gluten)

A veces la gente me cuenta que ha hecho recetas de este blog (y eso es genial, porque para eso me puse a colgar recetas en Internet). A veces les salen bien, y entonces no pasa nada, pero otras veces no y me vienen a preguntar por qué a ellos no les salió como a mí. Hay muchos motivos por los que una receta puede no salir exactamente como esperamos: en recetas con frutas, por ejemplo, lo maduras que estén y cuánto zumo tengan influirá mucho en la masa, que harán más o menos líquida y que necesitará más o menos tiempo de horno para cuajar bien. Sustituir ingredientes o medirlos a ojo, que es un clásico, suele ser arriesgado (“Es que en vez de azúcar puse miel”. Chachi, pero la miel es líquida y carameliza en seguida, con lo que probablemente vas a acabar con un bizcocho quemado por encima y medio crudo por el centro). El tamaño del molde, los tiempos de reposo en las masas con levadura… ¡Incluso la marca de mantequilla! Cualquier cosa que parece una tontería puede afectar al resultado.

Y luego está el tema del horno. Ponerlo o no en modo ventilador puede suponer un cambio en veinte o treinta grados en la temperatura. Hay hornos que no calientan de manera uniforme, carbonizando las magdalenas del fondo y dejando sin hacer las que están junto a la puerta (¿sospechas que el tuyo es de ésos? Prueba el truco del pan de molde para confirmarlo). Y los marcadores de temperatura que incluyen suelen ser MUY poco fiables: si cocinas mucho a lo mejor te interesa invertir en un termómetro para horno. Yo al mío le tengo cogido más o menos el punto y ya sé que calienta más de lo que me dice, así que suelo ponerlo un poquito más bajo de lo que debería, y además estoy pendiente de la cocción y cuando un bizcocho o tarta se empiezan a tostar los cubro con papel de aluminio para que no se queme la superficie. Con las granolas, por ejemplo, ya he aprendido (tras varios fracasos) que en mi horno se cocinan en veinte minutos, y si las dejo más tiempo se queman irremediablemente. En resumen: que la repostería, como todo, requiere atención y experiencia, que a veces las cosas no salen como pensábamos, que una misma receta puede dar resultados muy distintos simplemente por el tamaño de los huevos que usamos o porque no batimos la masa lo suficiente y que aunque un bizcocho que se nos rompa todo al desmoldarlo (¡malditos bundts!) seguramente esté riquísimo igual. Y, después de todo este rollo, aquí os dejo una receta de granola.

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Granola de quinoa y chocolate (sin gluten y vegana)

Tenía que empezar el año con una receta de cereales de desayuno. Ya me conocéis: uno de mis momentos preferidos de la semana es levantarme con calma el sábado y el domingo, preparar algo rico y disfrutarlo en familia. Traducción simultánea: “con calma” quiere decir que mis hijos se cuelan en mi cama y me obligan a salir a mí para esquivar sus guerras territoriales; “algo rico” significa un desayuno para los adultos y, normalmente, otro para ellos (que están obsesionados con los sándwiches de crema de cacahuete y plátano); y “disfrutarlo” significa intentar que la fierecilla, que come a una velocidad de vértigo, no me robe mi desayuno una vez que se ha terminado el suyo. Bueno, eso, lo que es una mañana tranquila y normal en una familia con dos niños pequeños.

Ésta versión sin gluten de la granola es muy fácil de hacer (trocear, mezclar, hornear y listo) y, como todas, está riquísima. Si no encontráis la quinoa inflada podéis sustituirla por arroz inflado (y el sirope de arce por miel). Se conserva sin problemas en un bote hermético y se puede tomar con leche, con yogur o, si no hay testigos que puedan juzgaros, a cucharadas desde el recipiente. ¡Perfecta para un tranquilo y normal desayuno del fin de semana!

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Barritas energéticas de quinoa y plátano (veganas, sin gluten y sin azúcar añadido)

El otro día intenté hacer barritas de muesli sin gluten. Busqué una receta con buena pinta y, siguiendo las instrucciones concienzudamente, junté un montón de granos de quinoa inflados, frutos secos, semillas y arándanos deshidratados. Después, los mezclé con la correspondiente cantidad de miel derretida, los aplasté bien en un molde, los horneé y los dejé enfriar. Y cuando los fui a desmoldar, el bloque entero se desintegró. Vamos, no es que desapareciese delante de mis ojos, es que se desmenuzaba cada vez que lo tocaba o intentaba cortar un trozo. Como barritas, un desastre, y como granola, llevaba tanta miel (para que quedase bien pegado, manda narices) que ni siquiera estaba rico. Fracaso total.

Pero yo estaba empeñada en hacer unas barritas para que el monstruito llevase al cole, porque no hay cosa que le guste más que llevar un poco de repostería casera para la meriendita de media mañana. Así que busqué otra receta, completamente distinta, y esta vez sí que salió bien. ¡Y el monstruito, feliz, que es de lo que se trata!

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